De Louis de Funès y El hombre orquesta

Lo confieso: no se cuenta el cómico entre mis géneros cinematográficos predilectos. No falta alguna comedia entre mis piezas de culto, pero no abundan en ese particular catálogo. ¿Motivos? Sinceramente, se me escapan. No suelo conectar con cintas que tienen el humor como eje fundamental, como elemento que las dota de tono y sentido. Y es algo extensible a sus muy diversas modalides, pero que se acentúa especialmente en el caso de esas propuestas elaboradas alrededor de un intérprete carismático (eso que se ha dado en llamar vehículos para el lucimiento). Que todos los elementos de la narración se pongan a su servicio, garantiza el brillo de la figura en cuestión. Tambíén suele asegurar —si el señuelo funciona mínimamente— una buena taquilla. Pero raramente da como resultado una película de calidad —yo, al menos, soy incapaz de recordar un solo título—. 'El hombre orquesta' no es una excepción, ni muchísimo menos: mala, sin paliativos.

Esta cinta francesa, de 1970, es una flojísima comedia musical, dirigida por Serge Korber, y pergeñada como instrumento destinado a la exhibición de Louis de Funès. Histrionismo a raudales, gesticulación compulsiva, tics repetitivos. Ése es el abanico de dotes con que nos obsequia de Funès (nada muy diferente a loque ofrecen otras figuras de su perfil). Entiendo que para quien goza con tal repertorio, miel sobre hojuelas: la película les ofrece un copiosa ración de su plato favorito. Pero a mí, qué le vamos a hacer, me resulta muy, muy cargante. Los gags no me hacen gracia y lo espasmódico de sus modos interpretativos no me genera el más mínimo entusiasmo. Si a eso le añadimos el inserto de varios números musicales propios de un programa televisivo de varietés de  la época, apaga y vámonos. Y dejamos para otro día las disquisiciones sobre un argumento desvahído y casposo en grado difícilmente superable. La cinefagia, a veces, tiene estas cosas...

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